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La memoria es nuestra mejor campaña

Por Francisco Esperguel

El proceso constituyente en nuestra región ha dado mucho que hablar, se ha levantado variadas instancias tanto de información como de participación directa, por primera vez se incluyen todas las voces tanto de nuestro territorio como de todo Chile y todos los pueblos preexistentes al Estado chileno en la carta fundamental, la que nos regirá por lo menos durante los próximos 50 años. En nuestra región se han posicionado diversos actores sociales que están reivindicando demandas históricas, que van desde la restitución de tierras al pueblo mapuche, hasta la justicia para las víctimas de la dictadura cívico militar.

Desde los lugares más recónditos de nuestra región como Neltume, pasando por Panguipulli, Los Lagos y desembocando en el Calle Calle, se han producido diálogos directos entre el pueblo mapuche y las y los convencionales del distrito 24 que han sido sumamente fructíferos en cuanto a la retroalimentación de pensamientos y visiones. Tuvimos la visita ilustre de Elisa Loncon en su última actividad masiva como presidenta de la Convención, en su pasó por Los Lagos recordó, según lo que dice la oralidad y la historicidad mapuche, que los ríos antiguamente se consideraban verdaderas fronteras entre un territorio y otro tomando en cuenta que el río es un ser vivo y que convive en equilibrio con el ser humano, y a través de ellos se movilizaban las y los antiguos entre una comunidad y otra. No es coincidencia que Huellelhue signifique “lugar para nadar” o Antilhue “lugar soleado”, ni hablar de Panguipulli “Espíritu de puma”; gran parte de los poblados y ríos de nuestra región han sido nombrados desde mucho antes de la llegada del Estado de Chile en mapuzungun, y es porque aquí hubo gente pensante, que vivía -y vive- en armonía con la naturaleza,  desde antes de lo que la historia oficial nos quiere hacer creer. Todavía es posible encontrar wampos (similar a una canoa) enterrados en las orillas del Río San Pedro o Wazalafken (río sagrado) y Calle Calle, existe toda una tradición fluvial que se ha ido opacando e invisibilizando ante la occidentalización forzada de nuestro territorio y que sin dudas no llegó con la colonización alemana.

Es necesario pensar y comunicar todas las veces que sean necesarias, que la Nueva Constitución no nos obligará a hablar en mapuzungun, colla, aymara ni quechua, ni mucho menos en selknam, lo que se está haciendo es otorgar reconocimientos a lenguas que históricamente han resistido el avallamiento por parte del Estado de Chile. La Convención está realizando una invitación abierta a reconocer nuestro mestizaje, nuestra morenidad, nuestros orígenes, aquello que sigue resistiendo. La plurinacionalidad busca aglutinar las diversas miradas, cosmovisiones y tradiciones en torno a un proyecto común, algo que sin dudas marcará un precedente histórico para el diseño de las políticas públicas del futuro de Chile, ya que sin la pluralidad de opiniones y visiones, es complejo construir un Estado Nación que sea inclusivo pero a su vez lo suficientemente sólido como para perdurar en el tiempo.

El actual presidente Gabriel Boric realizó una mención a los detenidos desaparecidos en su último discurso, “no los dejaremos de buscar”, lo que cala en todas las luchas políticas que se han llevado a cabo durante este Chile transicional, pero sin dudas que marca a nuestras montañas, las cuales sufrieron la más brutal represión de la que se tenga recuerdo. Me refiero a lo que fue el Complejo Forestal y Maderero Panguipulli, que abarcó durante la Unidad Popular a un sinnúmero de poblados de la cordillera de Valdivia que buscaban dignificar a las y los trabajadores del territorio, quienes por primera vez conocían el dinero y dejaban de vivir con fichas similares a las de las salitreras, y que dejó cientos de presos políticos, torturados, asesinados y desaparecidos en la contrareforma agraria liderada por la dictadura; entre sus víctimas existen muchos jóvenes de origen mapuche y chileno. Además del desplazamiento forzado que existió, el cual se ha posicionado fuertemente en el proceso constituyente, donde una agrupación de casi 5000 personas ha puesto su demanda en boga, ya que es necesario que se garantice que el Estado nunca más desplazará con su poderío militar a poblaciones enteras, como ocurrió con Enco, sectores de Llifén, Curriñe y Futrono, comunidades que participaron directamente de la Reforma Agraria durante el gobierno de la Unidad Popular, y que hoy pertenecen a Luksic, Edwards, Ponce Lerou y Petermann. Es aquí donde la promesa del presidente se intercala con la llegada de nuestra nueva constitución, y remece nuestra memoria histórica reciente, aquella que sigue clamando justicia por quienes ya no están y por quienes vendrán. ¿Cabe en alguna cabeza consciente de nuestra historia, no apoyar este proceso histórico?

Confío plenamente en el trabajo de las convencionales Aurora Delgado, Pedro Muñoz y Ramona Reyes, quienes han sabido posicionar cada una de las demandas de nuestra región en el hemiciclo, llevando nuestras voces a los salones del Ex Congreso para hacerle frente a quienes durante siglos se han apropiado indebidamente de nuestros recursos naturales y que buscan perpetuar sus lógicas de dominación, dignas del período colonial. Gracias al arduo trabajo de nuestras convencionales podremos ir acercándonos poco a poco a la tan anhelada pero esquiva justicia.

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